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El deseo esencial...

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Mensaje  rafa Miér Dic 08, 2010 10:58 am

DEL DESEO ESENCIAL... por Javier Melloni, Jesuita

La persistencia del deseo no es obsesión ni repetición, sino que supone una transformación de quien desea. Porque no todo deseo lleva a Dios aunque tenga a Dios como último término, en la medida en que el ser humano existe constitutivamente como capax Dei “capaz de Dios”.
Pero para que el Deseo de Dios, que es la culminación y la meta de todas las aspiraciones, nos lleve a Dios, se ha de purificar. Sólo así su deseo se encuentra con el nuestro en un éxtasis recíproco. Depurar el deseo consiste en descentrarlo y desapropiarnos de él; tender hacia Dios no porque colme el propio vacío, sino porque lo dilata todavía más, cambiándolo de signo: no para calmar la angustia de nuestra carencia, sino para abrirlo a una mayor capacidad de receptividad y de donación. Este espacio desalojado de sí ha hecho que se vertiera en nosotros y en cada cosa, dándonos el ser y dando ser a los seres.
Así como el deseo de Dios por nosotros es apertura y no devoración, despojo de sí para que seamos, así también en nuestro deseo de Él tiene que haber desapropiación para que nos devuelva a Él. De ahí las nadas de San Juan de la Cruz.De nuevo hallamos con toda radicalidad el ritmo ternario que hemos ido repitiendo: saciedad, contención, trascendimiento, siempre en ascenso, aunque no sin retrocesos. No hay crecimiento sin noche. La noche es el despojo de lo antiguo para que la aspiración por el Encuentro no se convierta en una nueva repetición, sino que sea gestación de lo nuevo.
El camino de la maduración consiste en no temer dejar lo conocido para adentrarse en lo que está por conocer.

Pag. 181.
“El deseo esencial”
Javier Melloni, Jesuita
Editorial: Sal Terrae



Sobre la Oración...

La Oración se dirige explícitamente al término del deseo esencial, lo invoca, busca alcanzarlo y perderse en Él. Recoge el anhelo orientado hacia el Tú más radical y fontal, origen de todos los yoes separados, y los reintegra en su unidad primera. En la plegaria hacemos explícito este anhelo de Dios, esa otredad que primero localizamos fuera, pero luego vamos descubriendo como la sustancia misma de nuestro ser.
Pero para que se vaya dando la revelación de esta cercanía hemos de aprender a desearla de otro modo que las cosas, porque Dios no es un objeto separado del sujeto que somos, sino que es el fondo de nuestro fondo de donde nace el deseo.
Orar es salir del propio ensimismamiento liberando nuestras necesidades autocentradas, que refuerzan nuestro aislamiento, para ir abriéndonos en un proceso que comienza con el ansia de una petición y culmina en el éxtasis del Abandono.
En la Oración se da una maduración que va desde el grito por el dolor propio o ajeno hasta el silencio ante la única presencia que lo contiene todo, apaciguando toda forma de ansiedad y toda conciencia de separación. Entre ese inicio y ese término andan las palabras y los cánticos que se pronuncian como balbuceos de dolor, de agradecimiento o de amor. Así se recorre toda la aventura de la individuación, tanto personal como colectiva, desde la angustia del ser escondido hasta el retorno a la Unión.

Cap.9, Oración y deseo esencial
“El deseo esencial”
Javier Melloni, sj
editorial: Sal Terrae

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